El Sol de México: Seguridad vial: inversión que protege vidas

Nota original Publicada en El Sol de México

En México, cada día 43 personas pierden la vida en las carreteras a nivel nacional. Además del impacto en las familias, los accidentes viales generan un costo económico que oscila entre los $174 y $204 mil millones de pesos anuales.

A nivel global, el país ocupa el noveno lugar en muertes y el segundo en la región de las Américas. Estas cifras son evitables; la mayoría de los siniestros viales pueden prevenirse con estrategias comprobadas.

Uno de los enfoques más efectivos para reducir accidentes es el Sistema Seguro, promovido por las Naciones Unidas. Este modelo se basa en tres pilares fundamentales: mejorar la infraestructura vial, incorporar tecnología que minimice riesgos y fomentar un cambio de comportamiento en quienes usan las vías. En este sentido, el sector privado y las empresas concesionarias de carreteras tienen una gran responsabilidad por su capacidad de impulsar soluciones que contribuyan a mejorar la seguridad en las carreteras mexicanas.

Desde mi perspectiva, como CEO de la empresa que gestiona la mayor cantidad de cruces vehiculares en el país, nuestra prioridad es invertir en planes robustos de seguridad vial. No se trata únicamente de reaccionar ante los siniestros, sino de prevenirlos al operar de manera eficiente. Un ejemplo de ello es el Programa de Reducción de Accidentes, una iniciativa que con una inversión de más de $200 millones de dólares entre 2020 y 2024, que incluye campañas de concientización sobre salud y revisiones vehiculares, redujo en un 30% las fatalidades en nuestras vías a nivel global.

Además, implementamos la metodología iRAP, que evalúa la infraestructura carretera en función de los niveles de seguridad. En esta escala, 1 estrella representa el riesgo más alto y 5 estrellas el más bajo. Nos enorgullece ser pioneros en seguridad vial en México, al ser la primera empresa en el país en recibir la certificación de iRAP en cuatro de nuestras vías. Destaco el ejemplo de la autopista Atizapán-Atlacomulco, que actualmente está en construcción y ya cuenta con una evaluación cercana a las 4 estrellas. Este tipo de mediciones es crucial, ya que cada incremento en la clasificación de estrellas reduce a la mitad el riesgo de muerte o lesión grave.

También fuimos la primera empresa en introducir en México los absorbedores de impacto móviles y fijos, dispositivos que funcionan como barreras de protección en zonas de trabajo y que demuestran ser efectivos para prevenir accidentes. Este año, además, implementamos una tecnología innovadora para monitorear la calidad y temperatura de las mezclas asfálticas, lo que mejorará la durabilidad de nuestras carreteras. Lo mejor de todo es que esta solución tecnológica es de bajo costo, tanto en desarrollo como en implementación y mantenimiento.

A pesar de estos avances, persiste una brecha preocupante entre la percepción de seguridad y la realidad. Según la Encuesta Nacional sobre Seguridad Vial realizada por la Fundación Aleatica para la Seguridad Vial, en colaboración con la Universidad de Valencia y SIMO Consulting, solo el 3.8% de la población en México dimensiona la magnitud de las muertes a causa de accidentes viales. Aunque el 59% de los peatones y el 48% de los conductores se consideran seguras en la vía, seis de cada diez personas han estado involucradas en al menos un siniestro vial.

Desde las empresas se deben promover campañas de concientización, en conjunto con organizaciones de la sociedad civil, para que quienes usan las vías cambien la manera en que la sociedad percibe y actúa respecto a la seguridad vial. Este desfase entre percepción y realidad retrasa los avances en seguridad, pues sin un cambio en la mentalidad de la sociedad, cualquier infraestructura o tecnología que implementemos tendrá un impacto limitado.

El reto es grande, pero la seguridad vial es una responsabilidad compartida. Aunque en el sector privado avanzamos significativamente con inversiones estratégicas y tecnología innovadora, el cambio será posible con la participación activa de todos los grupos de interés. La conciencia social y el respeto por las normas no solo protegen a quienes las adoptan, sino también a quienes les rodean. Con esfuerzos conjuntos abordamos los retos inherentes a la seguridad vial y compartimos la responsabilidad, porque al proteger vidas invertimos en el bienestar de toda la sociedad.