Nota original publicada en El Heraldo de México
Cada día, a nivel global más de tres mil 200 personas pierden la vida en accidentes de tránsito, y trágicamente la mayoría son jóvenes. Sin duda, los costos sociales y económicos de estos hechos son elevados, por lo que las empresas, los gobiernos y las organizaciones internacionales deben tomar medidas para reducir los riesgos.
La realidad es que los accidentes impactan la perspectiva de salud pública, saturan los sistemas hospitalarios, generan altos costos médicos y dejan secuelas físicas y psicológicas en las víctimas y sus familias. A nivel económico, la siniestralidad vial cuesta a la economía mundial más del 3 por ciento del PIB global por gastos en atención médica, daños materiales y disminución de la productividad laboral.
Así, la inversión en infraestructura vial segura es clave para reducir la siniestralidad y salvar vidas. Destaca el valor de las herramientas basadas en evidencia como la certificación de iRAP (International Road Assessment Programme), que asigna calificaciones de 1 a 5 estrellas según el nivel de seguridad de una carretera. Cada estrella adicional reduce a la mitad el número de fatalidades y lesiones graves por accidentes viales.
No obstante, menos del 50 por ciento de las carreteras evaluadas en el mundo cumplen con el estándar de tres estrellas. La meta es que la mayoría de las vías cumplan con el mínimo para garantizar la seguridad.
Por ello, el diseño de carreteras perdonadoras de errores humanos reduce la gravedad de los accidentes al incorporar zonas de escape, barreras de protección y señalización efectiva para minimizar los riesgos y proteger a los usuarios. Un ejemplo son empresas como Aleatica, que opera infraestructura vial y cuenta con concesiones certificadas bajo la metodología iRAP en México, Chile, Italia y España.
Además de salvar vidas, invertir en seguridad vial genera un impacto económico positivo. De acuerdo con iRAP, un dólar destinado a infraestructura vial segura produce un retorno de 16 veces al reducir los costos médicos, las pérdidas productivas y los daños materiales.
Estudios de Johns Hopkins revelan que desde 2016, los proyectos de iRAP evitaron 700 mil muertes y lesiones graves.
Cada decisión relacionada con la construcción y operación de la infraestructura vial puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Reducir la siniestralidad no es una utopía, sino una meta viable con inversión, planificación estratégica y una coordinación efectiva entre todos los actores implicados. Es momento de asumir la responsabilidad e impulsar la seguridad en las carreteras como una prioridad impostergable.